Los sonetos del portugués

Elizabeth Barrett Browning
Los sonetos del portugués
Triestre, 1985

Los sonetos del portugués
Triestre, 1985

Elizabeth Barrett Browning
(Durham (Inglaterra), 6 de marzo de 1806
Florencia (Italia), 29 de junio de 1861)

Cuenta la leyenda literaria que Elizabeth Barrett deslizó en el bolsillo de Charles Browning unas hojas donde estaban escritos una serie de sonetos. En principio era un regalo personal solo para los ojos de aquel a quien amaba, Lee esto, y si no te gusta, rómpelo, pero el poeta Browning consideró que aquel texto tenía una envergadura especial, afirmó que eran los mejores sonetos escritos después de los de Shakespeare, y que debían ser conocidos por el mundo. En 1850 fueron publicados.
La autora no quiso exponer totalmente su intimidad, por lo que decidió titularlo Sonnets from the Portuguese (Sonetos desde el portugués), como si fueran traducciones de sonetos portugueses. Aunque el título sobre todo es debido al apelativo cariñoso con el que Browning la llamaba: my little portuguese (mi pequeña portuguesa).
Los dos poetas estaban entonces en Florencia, a donde habían huido, previo matrimonio, de un padre autoritario que consideraba que su hija no debía tener relación con poetas (bohemios, soñadores y sin dinero). Pero ella mantuvo firme su compromiso con la poesía y con el amor por Charles Browning.
Tal vez sea el soneto XIV el que exprese con más claridad el concepto del amor que tenía Elizabeth Barrett, en él se dice Si has de amarme que sea solo / por amor de mi amor, no por las alegrías o las lágrimas, estas pasan, cambian o mueren.
Elizabeth Barrett pasó gran parte de su vida sufriendo dolores en la columna, debido a una caída de un caballo a los quince años, estaba condenada a pasar su vida en una habitación de la casa paterna, con la única compañía de su perro Flush al que Virginia Woolf dedicó una novela. Se dice que leyó entonces la famosa “Vindicación de los derechos de la mujer” de Mary Wollstonecraft.
Pero apareció Browning en su vida y ya nada sería igual, en el soneto VII dice Que ha cambiado, dijera, toda la faz del mundo, / desde que oí los pasos de tu alma moverse. Comenzaron con una correspondencia que duró casi dos años, escribiéndose a diario, hasta que en una de las cartas ella le dijera desde ahora soy suya para todo menos para hacerte daño. Mucho después consideraron que la única posibilidad para mejorar su salud y para poder permanecer juntos era huir a Florencia, donde vivió sus últimos 15 años de una vida saludable y libre del láudano que usaba para amortiguar sus dolores.
Para ella la aparición de Browning en su vida es más bien un rescate de las sombras, Tú me levantaste / desde este llano lúgubre donde me abandonaron (soneto XXVII).
El Palazzo Guidi en el que se instalaron aparece posteriormente en sus versos en el siguiente libro, Las ventanas de la casa Guidi, ya reducido el rango de palacio a casa. Un edificio que estaba por encima de sus posibilidades económicas, pero que les atrae con tal fuerza que no pueden evitar comprometerse a su arrendamiento.
Como otros ingleses de su tiempo, Italia ejercía una fuerte atracción, era la luz frente a la sombra, la libertad frente a las convenciones inglesas del siglo XIX. Inserta en el romanticismo inglés (Keats, Byron, Shelley, etc.), ella también apoya la reunificación de Italia y la lucha de Grecia contra el invasor otomano.
Para ambos es no solo un periodo de felicidad suprema sino también de intensa producción literaria; mucha de la cual fue tan profunda por la influencia de las circunstancias y la atmósfera italiana, según afirma en una de sus cartas a una amiga inglesa.
En el soneto XXXVIII dice al besar aquel día, era la vez primera, / solo besó los dedos de esta mano que escribe. Desde ese día literatura y amor permanecieron unidos. Él, poeta laureado, y ella escribiendo en silencio hasta que se atrevió a mostrar sus sonetos tres años después de haber sido escritos.
En el soneto VI afirma En todo lo que hago / y en lo que sueño, estás presente como el vino / lo está en los racimos; señalando que para ella, y también para él, sus vidas estaban entrelazadas no solo en el presente, sino incluso en la raíz de los sueños, ya nada sería parecido a la sombra en la que vivía anteriormente, será una unión de las almas.
El soneto XXII comienza Cuando se encuentran nuestras almas / en silencio, tan cerca una de otra, es la proclamación de que ese amor, unión de almas, no podrá ser herido por ningún mal proveniente del mundo, a pesar de las sombras y tinieblas que les rodean.
Soy tuya pero, ¿puedo / ser tanto para ti?, soneto XXIII en el que el alma renuncia incluso al cielo, renuncia al rango y fortuna, por mantener en esta vida el amor. Amor frente al mundo, sus afanes, gloria y fama, nada pueda ocupar el espacio que Elizabeth Barrett da a este sentimiento, te tengo demasiado cerca para pensar (soneto XXIX).
En el soneto XLIII Elizabeth Barrett cuenta las formas del querer, desde lo profundo del alma, desde la libertad, con risa y llanto, incluso aún te querré mejor después… una vez muerta, algo parecido a lo que había dicho Quevedo siglos atrás (polvo serán, / mas polvo enamorado).
En el último soneto, XLIV, más allá del verano y del invierno, ella le ofrece flores, crecidas a pesar de las malas hierbas, y le pide que no las deje marchitar, le entrega sus pensamientos, y en los últimos versos ruega a Browning: A tus ojos enséñales / que guarden su calor, cuéntale a tu alma/ que todas sus raíces quedaron en la mía.
El año de su muerte, 1861, se coloca una placa en la puerta de Casa Guidi por “florentinos agradecidos” rindiendo homenaje a Elizabeth Barret Browning. Fue enterrada en el cementerio inglés de Florencia.


___ Publicación ___
Revista Noche Laberinto
Revista Internacional de Cultura y Artes
Bogotá (Colombia)

10ª edición – 2022-1
9-ago-2022
Reseña – Noche Laberinto
Págs.101-102

Un comentario en “Los sonetos del portugués

  1. Dolly Lora Arias

    Leí un Paquito editado en México, cuando tenía unos 10 y 11 años, nunca olvidé si nombre: Elizabeth Browning, en español, claro!
    Nunca olvidé su nombre , quizá debo mi manía de escribir poemas a la lectura de su biografía, en el renglón: Mujeres célebres. Dios les bendiga .

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