Ausencia presente y otros poemas

Ausencia presente y otros poemas
Editorial Lumen, 2007


Stephen Spender
(Kensington, 28 de febrero de 1909
Londres, 16 de julio de 1995)

El poeta, crítico literario y editor Stephen Spender (Kensington, 28 de febrero de 1909 – Londres, 16 de julio de 1995) cursó estudios en la Universidad de Oxford, donde entabló relaciones con literatos como W. H. Auden, Christopher Isherwood, C. Day Lewis y Louis MacNeice, a quienes rememora en su libro “Los años treinta y los posteriores” (1979).
Es uno de los magníficos poetas de la generación que surgió en los años treinta (Thirties poets) -la llamada generación de Auden, Auden Group-, que cambió los presupuestos estéticos de la poesía inglesa y terminó convirtiéndose en un referente de la poesía inglesa del siglo XX.
Fueron críticos con la generación de los 20 (T. S. Eliot, Wallace Stevens o Ezra Pound) a quienes consideran individualistas por su experimentalismo o intelectualismo.
Spender fue descubierto por el poeta T. S. Eliot, editor de Faber & Faber, en 1933, quien lo reconoció como el poeta lírico de aquel grupo de escritores desclasados que procedían de una burguesía conservadora, puritana y decadente y encontraron en el compromiso una razón de ser de su vida y su poesía.

Con sus primeras obras, especialmente “Poemas” (1933), Spender hace una defensa del movimiento obrero radical, ideas que volvió a expresar en “Viena” (1934), un poema en homenaje al levantamiento de los socialistas vieneses en 1934, y en “Proceso a un juez” (1938), drama antifascista en verso.
Durante la Guerra Civil Española hizo propaganda en España del lado republicano, un período reflejado en su libro de poemas The Still Centre (1939) donde se notan las influencias de la poesía del alemán Rainer Maria Rilke y del español Federico García Lorca. Por encima de todo, estos poemas expresaban una personalidad autocrítica y compasiva.

A partir de la década de 1940 Spender fue más conocido por su labor crítica que como poeta. Fue director de las revistas Horizon (con Cyril Connolly) de 1939 a 1941, y Encounter de 1953 a 1967.
Cyril Connolly es el autor de “La tumba sin sosiego” que se inicia con una declaración rotunda: «Cuantos más libros leemos, mejor advertimos que la función genuina de un escritor es producir una obra maestra y que ninguna otra finalidad tiene la menor importancia.» Connolly toma como heterónimo el nombre de Palinuro, piloto de la nave de Eneas que cae al agua poco antes de completar la travesía, y que según Connolly representa la repugnancia un tanto melancólica ante la idea del éxito.
Como crítico publicó “La escritura de un poema” (1962) y “Relaciones amor-odio: la sensibilidad inglesa y la norteamericana” (1974).

En las décadas siguientes Spender escribe de una forma más personal que en sus primeros trabajos, se volvió cada vez más autobiográfico, volviendo su mirada de la situación externa a la experiencia subjetiva. Su reputación de humanismo y honestidad está plenamente reivindicada en los volúmenes Ruins and Visions (1942), Poems of Dedication (1947), The Edge of Being (1949), Collected Poems (1955), Selected Poems (1965), The Generous Days (1971), y Dolphins (1994).
Publica en 1955 la primera recopilación de su poesía, «Collected Poems, 1928-1953». En 1971 y 1986 le seguirían otras recopilaciones hasta llegar a la definitiva, «New Collected Poems», después de mucho corregir y expurgar, que se publicó póstumamente (2004). En esta última se basa la edición de “Ausencia presente y otros poemas”.

Spender es un poeta que sabe transmitir tanto los momentos terribles de la guerra como su búsqueda y reflexión personal, desde la luz a la oscuridad; además de sus observaciones, su experiencia vital que deja en manos del lector para que este le acompañe en el camino. Y lo hace desde la compasión o empatía que siente por los perdedores, el cobarde, los exiliados, los inadaptados que en el mundo han sido.
Spender puede ser un poeta social o metafísico, esencial o confesional, soñador o político. Todo depende del poema, del momento o de las circunstancias vitales. Es un poeta en los que la vida y la escritura se van entrelazando, a veces de forma paralela y otras desde la huida del caos hacia la luz, mis palabras como ojos en la noche como afirma en “Oscuridad y luz”.
Aunque pasó su vida a la sombra de Auden, el poeta más conocido de la generación de los 30, Spender no desfallece y sigue escribiendo, poemas, diarios, crítica literaria, etc. donde deja su voz clara y personal, su visión que traspasa máscaras y espejos, con un dominio asombroso de la técnica literaria que le convierte en uno de los poetas ingleses más destacados del siglo XX.

En uno de sus primeros poemas hace una clara declaración poética, Vivir distinto no es vivir en lugares distintos / sino crear en la mente un mapa / crear en la mente un desierto / una montaña aislada o un sanatorio más acogedor. La vivencia poética es ajena a los viajes, a las estancias con sus amigos en Berlín o en Sintra, la vivencia -tanto poética como personal- tiene que ver con la creación de un mundo propio, trastocando el Tiempo, pero sin cambiar de Lugar.

“La mascarilla mortuoria de Beethoven” comienza evocando el rostro del músico, Lo imagino aún con el ceño fruncido. / Inmenso, negro, con la cabeza inclinada y el cabello sobre la frente. El poema va recorriendo boca, pulmones, manos, etc. sin perder de vista la creación, aquí canta el viento y la violenta añoranza clama. Beethoven es el paradigma de alma atormentada que recrea la música en su cabeza, en lucha con su sordera, Está encarcelado, enmascarado, aislado del ser. Pero desde la oscuridad va hacia la luz, desde su cabeza se alza un bramido que va más allá del aislamiento sordo, más allá del horizonte, Paz, paz… luego quebrando cráneo y sueño, ahí llega / para menguar nuestras luces, la trompeta, el sol.

En el poema simplemente titulado “En 1929” rememora los viajes que hicieron los tres amigos (Auden, Isherwood y Spender) a Berlín, atraídos por su vida nocturna y la tolerancia con los homosexuales, Un capricho del Tiempo, el árbitro general, / proclama el amor en vez de la muerte de los amigos. En 1932 abandonan Alemania, un año antes de la toma del poder por el partido nazi.
Auden y Spender viajan a España con las Brigadas Internacionales, luego dos tomar las armas, adoptar de súbito una actitud espectral. Años después ambos países están enfrentados en guerra, Nuestros padres asesinados. Y sin embargo, no pervive enemistad alguna. El poeta ve aquellos años como capas de arcilla que se van acumulando en la experiencia, no hay rencor ni culpa, son vidas que se juntan y se separan, un estrato que los geólogos no tienen en cuenta, / levantando el terrón, vuelto del revés, colocado de nuevo a golpe de pala.
Pero no puede haber dos poetas más diferentes. Auden es el poeta de la mente rápida, brillante, urgente y alegórica frente a la sensibilidad entre la luz y la oscuridad, nostálgica, y evocadora de Spender. Auden es un poeta del tiempo presente, Stephen Spender del espacio atemporal.
Christopher Isherwood escribe en 1939 “Adiós a Berlín”, la novela que relata aquel viaje, el ambiente decadente y seductor, la relación entre un escritor y una cantante de cabaret en los años finales de la República de Weimar. El texto serviría de base para un musical (1966) y una película (1972), Cabaret.

Para el poeta cualquier acontecimiento, percepción, cualquier objeto puede convertirse en material poético. Lo demuestra en el poema “El expreso” donde convierte un tren con máquina vapor en el protagonista, Tras el primer manifiesto, sencillo y poderoso / el negro alegato de los pistones, sin más revuelo, Los pistones hacen girar las bielas y estas a las ruedas, el poema con versos largos mantiene el ritmo del tren que abandona la estación, las casas del extrarradio, las fábricas, hacia el campo abierto, A todo vapor por el paisaje metálico sobre sus vías / se zambulle en nuevas eras de furiosa felicidad. El destino puede ser una ciudad u otra, lo que “El expreso” alcanza es ese lugar donde solo una tenue luminosidad aerodinámica / de fósforo en el vaivén de las colinas es blanca.

El poema de Spender ‘The Pylons’ se publicó en 1933, dando nombre al grupo de poetas (principalmente Auden, Day-Lewis, MacNeice y Spender) como Pylon School (Escuela Pilón) en alusión a las imágenes industriales que aparecen en sus trabajos.
‘The Pylons’ está escrito en cinco cuartetas con rima ABBA en el que se intercalan medias rimas. Pylons son los pilares de las torres de conducción eléctrica que se van instalando en la vieja Inglaterra cambiando definitivamente el antiguo paisaje, El secreto de estas colinas era piedra, y casitas / de esa piedra construidas. Sobre esas colinas se va instalando el cemento para sostener los pilares, se levantan torres, se extienden los cables que unirán las torres, torres de conducción eléctrica, esos pilares / despojados cual gigantescas muchachas desnudas que no guardan secreto. El valle, las colinas, el arroyuelo parecen ser burlados por el avance del progreso, con la amenaza del relámpago / se precipita la rápida perspectiva del futuro. Esto parece empequeñecer la tierra, el paisaje con esa profecía que inexorablemente se cumplirá, sin embargo la naturaleza nostálgica aún está presente, soñando ciudades / donde apoyarán las nubes su cuello de cisne blanco.

Spender llega a España, en plena guerra civil, como corresponsal del Daily Worker. Luego viajó a Valencia , donde conoció a Hemingway y Manuel Altolaguirre. Como Auden y Tony Hyndman, alias Jimmy Younger, se une a las Brigadas Internacionales.
En 1936 escribe el poema “La costa de ciudad de Barcelona” en la que recorre la ciudad y su costa con sus casuchas pegadas al océano. Describe las grúas, las fábricas, las chimeneas cual trasatlántico en la agitación del mar que terminará siendo una derrelicta, un buque abandonado, Fijados sobre la arena central, los cuerpos son derrelictas / ruedas de radio desmanteladas; las mentes son escoria. Más allá de estos cuerpos abandonados, el poeta puede imaginar los chicos y chicas sobre la arena, un boulevard con flores, con palmeras, carreteras de asfalto, pero la realidad se impone sobre la imaginación, Sumido en las fauces de la ciudad, soy una lengua / que alaba el deambular de la mente / coloreaba el paisaje, cantaba lo que oía. Todo patrañas / salvo la prisión de hueso donde de luto me estremezco.

«”Si queremos que la gente se sienta interesada por la poesía —afirmaba García Montero—, es necesario que la poesía diga cosas, maneje signos, nombre realidades capaces de interesar a la gente, es decir, que le hable de sus experiencias posibles y de sus preocupaciones”. El discurso poético se caracterizará así, por su verosimilitud, no por su verdad (“la poesía —no hay que olvidarlo— es mentira”), por su carácter representativo y no expresivo, según la tradición romántica. Como recordaría Gil de Biedma, Stephen Spender ya había dejado escrito en los años cuarenta que “la poesía no enuncia verdades: enuncia las condiciones dentro de las cuales es verdadero algo sentido por nosotros”.»

Juan José Lanz
La otra sentimentalidad en su contexto, muchos años después
Studia Iberica et Americana, 2018

Esta concepción de la poesía se ve claramente en el poema “La habitación sobre la plaza”. Formado por tan sólo 3 cuartetos, en el primero el poeta evoca un pasado en el que un amante espera en la habitación, el segundo rememora la luz menguante y la ausencia del amante, mientras que el tercero habla en presente, Ahora subo solo a la oscura habitación / que pende sobre la plaza / donde piedras y raíces los demás / amantes confiados están. Suavemente el poeta ha ido llevando al lector por el camino experimentado, creando las condiciones para que pueda así producirse la relación entre autor y lector, una cierta verosimilitud.

La guerra civil española vuelve a aparecer en el poema “Ultima ratio regum” (Último argumento de los reyes). La guerra sería el argumento de la monarquía para resolver conflictos, a diferencia de las democracias, Las armas escriben la razón definitiva del dinero / en letras de plomo sobre la falda del monte en primavera. Narrado en tercera persona, el poema consta de cuatro estrofas escritas con un lenguaje sencillo, es la historia de un muchacho anónimo, sin nada aún destacable en su vida, tratado como algo sin valor, enviado a una guerra que no es la suya, Pregunta. ¿Estaba justificado semejante gasto / en la muerte de alguien tan joven y tan tonto / tendido bajo los olivos, oh, mundo, oh, muerte?
En el poema “El cobarde” usa un único párrafo para narrar no la historia épica sino la historia que no suele contarse, Sus pétalos abiertos no tienen nombre / salvo la vergüenza anónima del cobarde. Spender intensifica su pacifismo, su empatía por los soldados anónimos —incluso los soldados que no quieren luchar— que en un instante pierden la vida, su presente, su porvenir, Para su soledad poblar, / y poner su espectro en libertad, / mi amor y compasión no cesarán / durante una vida entera al menos.

El poema “Oscuridad y luz” ocupa un lugar central en la obra de Spender. Formado por 4 estrofas de 7 versos, con un curioso encadenado entre párrafos, las últimas palabras del verso séptimo son también las últimas del primer verso del siguiente párrafo. Escapar del caos de mi oscuridad / hacia un lúcido día es mi voluntad, / Mis palabras como ojos en la noche. La expresión “mis palabras como ojos en la noche” suele ser considerada como el eje de su poesía, la palabra es el método y la herramienta para la exploración desde la oscuridad hacia la luz, Aun así, igualmente, evitar ese lúcido día / y mi oscuridad preservar, es mi voluntad entera. Spender quiere salir de la oscuridad, pero no quiere quedar cegado por una espléndida luz; la búsqueda tampoco es la del centro, el punto medio equidistante, Escapar de mi oscuridad hacia el centro / ilumina mi propia oscuridad, cuando fracaso. Por lo tanto, la única forma de resolver esta dicotomía es la reunión, el apaciguamiento, el poema acaba afirmando, El mundo, mi cuerpo, une oscuridad y luz / reconcilia y separa / en lúcido día el caos de mi oscuridad.

Vuelve a uno de sus temas recurrentes, la muerte de los jóvenes, en el poema “Los ahogados”. Los chicos son los marineros que se ahogan mientras las chicas permanecen en tierra, Kate y Mary eran la ciudad / donde se demoraban en tierra. No hay posible comunicación entre unos y otros, los cadáveres no tienen teléfono, pero el muchacho puede ver como ella se va con otro, cómo ella hará lo que no él nunca podrá hacer por una condena del destino, un corte mortal que le convierte en héroe ahogado, donde bajo las olas nos mecemos / aquellos cuyo único sueño era jugar / y olvidar la muerte el día entero.
Usa de nuevo la dualidad oscuridad/luz en un poema amoroso, “Ausencia”, diciéndome que tu ausencia podría convertirse en deseo. Hay una oscuridad entre los amantes en la época de ausencia, mientras que cuando se encuentran aparece la luz, Veo solo el puro tú en tus ojos, / al recordar cómo se iluminan / con los míos. La ausencia es un mundo frío, con contornos en blanco y negro, mientras que en la presencia se abren los cielos, flechas de luz atraviesan la neblina / el lapislázuli se ha abierto / … / para mostrar tu rostro.

En 1934, Stephen Spender tuvo un romance con Muriel Gardiner que supone el cambio de su enfoque hacia la heterosexualidad. En 1935, los tres intelectuales (Auden, Isherwood y Spender) y sus amantes huyen de una Inglaterra homófoba, se dedican a escribir y mantienen un diario común, ‘Diario de Sintra’, diario escrito por los tres amigos, refleja ese deseo de encontrar un lugar fuera del mundo mientras Europa se desmorona.
En “Un mundo dentro de un mundo” (1951) narra sus recuerdos en Hamburgo, sus aventuras adolescentes, su historia con Jimmy Younger (1933-1936) con el que viaja y es feliz, hasta que Stephen Spender le abandona por una mujer y con ella regresa a la sociedad burguesa.
En diciembre de 1936, poco después del final de su relación con Hyndman, Spender se enamoró y se casó con Inez Pearn tras un compromiso de tres semanas. El matrimonio se rompió en 1939.
En 1941, Spender se casó con Natasha Litvin, concertista de piano. El matrimonio duró hasta su muerte (1995), fue padre de Elizabeth “Lizzie” y Matthew.
En un poema breve de apenas 5 versos, escrito en 1953, “A mi hija”, el poeta rememora el momento en que la niña alegre usa su mano entera para agarrarse a un dedo del padre, la experiencia conmociona al poeta, un gesto común es para Spender una marca perenne, toda mi vida recordaré que un anillo invisible / rodea con una aureola este hueso.
Anteriormente había dedicado un poema a su hija, “Una niña concilia el sueño en tiempos de guerra”. Un padre arropa a su hija, la besa y la deja con sus sueños, La oscuridad es la travesía. Esta cama —su barco / empujado por la marea que sube—. Le da las buenas noches, la niña semidormida parece que sonríe, respira tranquilamente, ese aliento es medida de la inmensurable / naturaleza que sueña en plena guerra.
Las páginas del ‘Diario de Sintra’ son rescatadas del olvido en 2012 con edición y notas de Matthew Spender, hijo de Stephen Spender.

Cuando Stephen Spender escribe “Lo que dicen los poemas de amor” usa de nuevo sus metáforas preferidas, el espacio que separa a los amantes es, total distancia oscuridad total entre / luces todo hielo todo fuego. A la dicotomía oscuridad/luz se le añade hielo/fuego, más esa distancia de un segundo de reloj, le parece una inmensidad, llegas, como si en espiral / te precipitarás por una escalera de / inmensurables años luz. El amor es un “aquí y hora”, una mano tendida, un centro de la circunferencia; y cuando llega el amor todo se concentra en ese instante, su omnipresencia en un instante: / tú, que llegas con una palabra.

“Louis McNeice” (1907-1963) es otro poeta del «Grupo Auden» a pesar de ser, en palabras de Anthony Blunt, irremediablemente heterosexual. McNeice nació en Irlanda, llegó a Oxford con 18 años e inmediatamente contacta con Auden y el resto del grupo, pasa como todos por la fase comunista seguida de la anticomunista, visita España en los años 30, etc. Para Spender era, Cual rascacielos con altas ventanas mirando desde el sol. McNeice era un deportista pero también alguien interesado en los clásicos (griegos y latinos), Apoyado / en una repisa de chimenea de mármol / el codo en ángulo en un retrato cubista picassiano.
Fue un espíritu mordaz y bromista, algo que deja a Spender fuera de lugar, los ojos burlones rastreando cual reflector / mi ignorancia de nuevo.

En 1973 muere Auden, al año siguiente se dedica una piedra conmemorativa en la Abadía de Westminster, un honor reservado a los grandes personajes de la historia. Spender pronuncia el discurso laudatorio al poeta consagrado.
Se habían conocido en Oxford en 1928, fueron casi 50 años de amistad, camaradería, viajes y publicaciones. Auden se mudó a los Estados Unidos en 1939 y se convirtió en ciudadano estadounidense en 1946. Spender permaneció en Inglaterra. La década de 1930 representó su período más productivo y vio la publicación de múltiples colecciones, incluida The Still Center (1939). Después de la guerra Spender viaja a los Estados Unidos donde trabaja como profesor universitario hasta su regreso a Inglaterra en 1970.
En 1981 Spender escribe “El funeral de Auden” que con el tiempo sería considerado como uno de los más destacados en su obra poética. T. S. Eliot diría del poema: «Es un placer informar que este es el mejor poema nuevo del libro, y muy posiblemente el mejor que Spender haya escrito jamás.»
“El funeral de Auden” es un largo poema, casi prosa poética, formado por 5 poemas.
La parte I es el más realista, comienza con unos célebres versos: Uno entre los amigos que estaban asomados a tu tumba / lancé un terrón de los que había amontonados. Spender es uno de los principales amigos de Auden, pero la modestia, el deseo de permanecer en segunda fila es más poderoso. Se imagina a Auden arrugándose pero con una sonrisa, pasando de la admiración de los amigos a la conmemoración de la gente, feliz de estar solo, cumplida su última tarea, / gracias a la palabra liberado del mundo, hacia un bosque distinto.
La parte II relata el regreso del grupo tras el coche fúnebre hacia el pueblo donde encuentran una posada para descansar y rememorar, para brindar una última ver por ti, el espectro homenajeado / cuya ausencia se encarna ahora en nosotros. Recuerda un recital de Auden y el rostro de los oyentes deslumbrado por la voz del poeta y este viendo su propia imagen en los ojos de los oyentes; mas Spender no pierde la referencia, están en esa posada por causa de un funeral, Pero tú te has escondido en tu hotel / y cerrado la puerta y te has acostado en la cama / y caídos de sus ojos, muerto en el suelo.
La parte III despierta el recuerdo de aquellos tiempos en que eran jóvenes en Oxford y la fascinación que le produce la presencia de Auden, una personalidad firme, segura, una mirada escrutadora y una voz que truena recitando sus propios poemas, Una velada como una fotografía en color / una música aniquilada a través del agua / el talón sobre la brizna de hierba definitiva. Claramente la poesía de Auden se basa en símbolos adjetivados sorprendentemente, buscando deslumbrar mientras la de Spender siguió otro camino opuesto, más a ras de tierra, más coloquial, una conversación entre autor y lector.
La parte IV juega con los personajes de distintas óperas, Rigoletto, farfullando / sollozos extáticos. Como contrapunto al carácter burlón de Auden se oye la “Marcha fúnebre de Sigfrido”, la música de Wagner retumbando el Juicio Final. El poeta finalmente es portado con ritos nórdicos, llevado más allá de la vida y la muerte, a ese Valhalla donde las figuraciones / de los creadores muertos son sus vidas. / El soñador duerme por siempre con lo soñado.
La parte V supone la despedida final preguntándose cómo podrán vivir con su ausencia, queda apenas una fotografía del funeral, Adiós / al mágico instrumento de la conciencia, despedida del poeta deslumbrante, intelecto revelador capaz de provocar una explosión, Oh, pero construyendo / paradigmas de amor, los poemas / que los traen de regreso al círculo, / de tu soledad que todo lo abarca.
Spender quiere que su viejo amigo esté feliz en su última posada y descansando del bullicio de este mundo.

«Todas estas menciones no hacen sino confirmar la atribución de una estética ilustrada a la tradición experiencial, en un desplazamiento que ignora la fuerte impronta que el romanticismo había tenido en Gil de Biedma a través de la lectura que de los románticos ingleses hacía Robert Langbaum en La poesía de la experiencia, publicado por primera vez en 1957, de esta peculiar misreading da cuenta ‘La poesía de la experiencia’ de García Montero (1998), donde explica:
«Cuando Jaime Gil de Biedma se apropia interesadamente de los caminos de la experiencia según Langbaum, cuando cita a Stephen Spender para afirmar que la poesía “no enuncia verdades, sino las condiciones dentro de las cuales es verdadero algo sentido por nosotros”, el poeta barcelonés revive el concepto de representación ilustrado. La imitación clásica se diferencia de la copia, porque pretende un simulacro que haga posible en el interior del texto las energías de la realidad. Quien se tome la molestia de releer las poéticas clásicas o ilustradas, quien repase las Investigaciones filosóficas de Esteban de Arteaga, advertirá enseguida el origen de los debates entre metafísica y experiencia, lo que significa dar vida artística a un simulacro, los procesos que convierten al yo en un personaje literario, en un modelo estético. (García Montero 1998: 17)»

Identidad, representación y agotamiento.
Inflexiones de la experiencia en Jaime Gil de Biedma y Luis García Montero
Margarita García Candeira
Bulletin of Hispanic Studies, 91.3 (2014)

Revista Montaje
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