La poesía siempre opera sobre la realidad. El poeta se coloca ante la realidad lo mismo que un cuerpo humano ante la luz, para crear otra cosa: una sombra. La sombra es el resultado de la interposición entre la luz y otra sustancia. El poeta añade sombras al mundo, sombras claras y luminosas, como luces nuevas. Toda poesía opera sobre una realidad para crear otra. No puede operar en el vacío. De modo que la forma en que el poeta se coloca, se interpone entre la luz radiante de la vida y la vida misma, determinará su peculiar manera de ser, su calidad, es decir, la personalidad de su sombra. Nada está completo sin su sombra.
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cuando el gozo derivado de abrazar y tocar materia se acabe, queda otro: la posesión de una realidad más alta, elevada a su última, impalpable categoría, las sombras, las puras y luminosas formas del espíritu.
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Porque ése es el mayor milagro de la poesía: que la materia muere, perece, mientras que las sombras duran y duran para siempre.
La realidad y el poeta
Editorial Ariel, 1976
Pedro Salinas
(Madrid, 27 de noviembre de 1891 – Boston, 4 de diciembre de 1951)